Julio sin plástico: no se trata de odiarlo, sino de usarlo con conciencia

Cada año en julio, miles de personas en el mundo hacen una pausa para observar ese hábito aparentemente inofensivo: el uso cotidiano del plástico. Abres una botella, bebes el agua y desechas la botella en una caneca de basura sin pensar. Al día siguiente ocurre lo mismo, y en una semana no recuerdas cuántas botellas has desechado.

Es por esto que surge Julio sin plástico (Plastic free july), un movimiento  global que invita a repensar la relación que tenemos con este material tan presente en nuestra vida cotidiana. Pero más allá de los desafíos de un mes, este movimiento plantea una pregunta crucial: ¿Cómo convivir con el plástico sin que destruya nuestro planeta?

El problema no es el plástico, es cómo lo usamos

El plástico no es necesariamente  malo: es resistente, liviano y útil en campos como la medicina y la tecnología. Gracias a él tenemos avances médicos como jeringas descartables y equipos hospitalarios. El problema es el modelo de “usar y tirar”, donde producimos más de 400 millones de toneladas de plástico al año, y solo el 9% se recicla.

Más del 50% del plástico que usamos es de un solo uso: paquetes, botellas, bolsas, cubiertos, vasos, entre otros, que al ser desechados, muchas veces resultan en vertederos, incineradoras o a orillas del mar . Objetos que tardan hasta 500 años en degradarse, pero que usamos por solo unos minutos y sin más los descartamos.

Nos hemos acostumbrado a la cultura de desechar, donde diseñamos productos para ser usados minutos, pero que persisten siglos en el planeta. Una bolsa de plástico se usa en promedio 12 minutos, pero tarda 300 años en degradarse. De la misma manera, normalizamos el sobre envasado, comprando fruta o verdura en envases plásticos o en bandejas de poliestireno, y terminamos usamos plástico donde no es indispensable, como cubiertos, pajitas o bolsas que podrían ser reemplazados por opciones reutilizables.

Micro plásticos: el contaminante invisible que ya está en todas partes

Los micro plásticos (fragmentos de plástico menores a 5 mm) se han convertido en uno de los principales desafíos ambientales y de salud pública. Diversos estudios han revelado su presencia en los lugares más inesperados:

  • Un estudio publicado en Environmental Science & Technology reveló que una persona promedio consume entre 39.000 y 52.000 partículas de micro plásticos al año, solo a través de alimentos y bebidas. Sumado a la cantidad de micro plásticos que solemos inhalar serían más de 74.000 plásticos en nuestro organismo
  • En el mar se estima que hay más de 50 billones de partículas de micro plásticos en los océanos, según datos de la UNEP (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente).
  • Científicos han detectado micro plásticos en la placenta humana, en el torrente sanguíneo y en los pulmones, lo que demuestra que ya forman parte de nuestros cuerpos. Según la revista. Environmental International.

Estos datos demuestran que el plástico no solo contamina el medio ambiente, sino que ya está dentro de nuestros cuerpos, con efectos aún no del todo comprendidos para  la salud humana.

¿Qué propone Julio sin plásticos?

Esta iniciativa, que comenzó como un pequeño proyecto en Australia y hoy une a millones en todo el mundo, nos propone algo radicalmente simple: vivir julio (y ojalá todos los meses siguientes) con ojos nuevos. Ojos que vean las bolsas que aceptamos sin pensar, las botellas que compramos por conveniencia, los empaques que inmediatamente desechamos. Nos desafía a preguntarnos: ¿realmente necesitamos todo este plástico?

La belleza de Julio Sin Plástico está en su enfoque práctico pero profundo. No nos exige perfección ni cambios drásticos de la noche a la mañana. En cambio, nos sugiere: “Empieza por algo. Un solo hábito que puedas cambiar”. Tal vez sea llevar tu propia taza al café, o rechazar ese pitillo para la bebida, o comenzar a comprar a granel. Pequeños actos que, multiplicados por millones, se convierten en una marea de cambio.

El verdadero impacto comienza cuando no es solo un desafío  personal sino que las organizaciones también asumen este reto no como una campaña temporal, sino como parte fundamental de su cultura. ¿Qué tal si, después de julio, cada empresa se propusiera eliminar un plástico innecesario cada trimestre? Empezar por lo evidente: sustituir los plásticos de un solo uso en comedores y eventos corporativos. Luego avanzar hacia lo estructural: repensar empaques de productos, logística interna o incluso los materiales de oficina.

Al participar, nos unimos a una comunidad global que cree que otro mundo es posible. Un mundo donde los envases sean reutilizables por diseño, donde los productos se fabriquen pensando en su ciclo completo de vida, donde rechazar el plástico innecesario sea igual de natural a la manera en que lo aceptamos ahora.

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